Gunfire Reported At Concert Venue Outside Moscow
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Esta es una de las inquietudes más acuciantes de las autoridades estadounidenses, europeas y occidentales: ¿Es el período post-Gaza y post-Moscú también preolímpico?

Por supuesto, me refiero a la amenaza terrorista y al hecho de si los últimos sucesos la desplazarán de la mitad inferior de nuestra escala de ansiedad a lo más alto, sobre todo en anticipación de objetivos fáciles como los próximos Juegos Olímpicos de verano en París.

La espiral de ansiedad es la siguiente. El ataque sádico perpetrado por Hamás contra Israel el 7 de octubre fue tan “exitoso” desde la perspectiva yihadista que puede dar nuevos bríos a otros grupos terroristas.

La muerte y el sufrimiento provocados en la Franja de Gaza por la respuesta masiva israelí ahora están radicalizando una nueva generación de musulmanes, de los que algunos quizá se alisten en alguna de las formas que adopte el yihadismo terrorista.

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La masacre perpetrada hace poco en una sala de conciertos de Moscú por el ISIS-K, una facción del Estado Islámico, supuso la apertura de un nuevo frente en la amenaza yihadista mundial.

Algunos altos mandos estadounidenses creen que Estados Unidos “sigue siendo el objetivo número 1″ de este grupo, que prosperó tras la desafortunada retirada de EE.UU. de Afganistán en el año 2021 y busca formar un califato en Jorasán, la región que abarca los “stans” (región formada por Uzbekistán, Turkmenistán, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán, con Afganistán e Irán debajo y la poderosa Rusia asomando al norte) de Asia central.

Desde luego, incluso sin estos sucesos, el espectro del terrorismo yihadista jamás desapareció.

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Sin embargo, si fue una prioridad para Washington en los años siguientes a los atentados de Al Qaeda del 11 de septiembre de 2001, que durante estos últimos años ha perdido relevancia respecto a otras amenazas contra la seguridad nacional, en particular la amenaza más tradicional de estados hostiles con ejércitos y armas nucleares, como China, Rusia o Corea del Norte.

En el informe Annual Threat Assessment of the US Intelligence Community (Evaluación Anual de Amenazas de la Comunidad de Inteligencia de EE.UU.) de este año, el terrorismo figura en la página 38 de las 40, situándose detrás de problemáticas como el fentanilo, el blanqueo de capitales, la ciberdelincuencia y la trata de seres humanos.

Ese cambio de percepción no es prueba de negligencia sino del relativo éxito de Occidente.

Estados Unidos y sus aliados pasaron años degradando redes como Al Qaeda y el Estado Islámico y matando a sus líderes. Este último ya no controla ningún territorio en su antigua cuna de Irak y Siria, incluso si ramas como ISIS-K continúan en otros lugares.

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Los servicios de inteligencia también se han vuelto mucho más hábiles para espiar y desbaratar complots. (Estados Unidos, así como Irán, advirtieron al Kremlin sobre el complot de ISIS-K, pero fueron ignorados).

Nadie puede descartar un resurgimiento del terrorismo. Dicho esto, hay muchos indicios de que el yihadismo, al menos en Occidente, seguirá evolucionando hasta convertirse en una amenaza manejable, piensa Barak Mendelsohn, experto en terrorismo del Haverford College.

Incluso si el número de grupos terroristas islamistas está creciendo, me dijo, también están más fragmentados que redes como Al Qaeda en la década de 1990, y a menudo se odian entre sí tanto como execran a Estados Unidos.

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Tomemos de nuevo a ISIS-K. Odia a los talibanes, sus rivales por el poder en Afganistán. También odia a todos los grupos afiliados al Islam chiita, desde los hutíes de Yemen hasta Hezbolá del Líbano y los mulás de Irán, a quienes considera apóstatas.

Detesta a todos los Estados que considera hostiles a los suníes, incluida Rusia (que ha apoyado a un dictador chiíta en Siria y se ha asociado con Teherán), así como China (que reprime brutalmente a los uigures suníes en su provincia de Xinjiang). Y odia lo que Mendelsohn llama el “enemigo cercano”, es decir, los regímenes locales en lugares como Tayikistán que quiere conquistar y convertir a su califato.

Por lo tanto, el “enemigo lejano” de Estados Unidos tiene mucha competencia como objetivo, incluso aparte de las habilidades antiterroristas que ha perfeccionado a lo largo de los años. Para ISIS-K, es mucho más fácil atacar a Irán, digamos, como lo hizo en enero. (Estados Unidos también había avisado a Teherán sobre ese ataque, tal como alertó recientemente a Moscú).

Por lo tanto, la tendencia se aleja del terrorismo transnacional o global, en el que los yihadistas intentan construir grandes redes para perseguir grandes objetivos, incluido Estados Unidos, con casos atípicos como el 11 de septiembre.

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En cambio, los intentos y ataques terroristas en Occidente probablemente serán de menor escala, ejecutados por células durmientes o “lobos solitarios”: un musulmán alienado en Bruselas, digamos, o incluso uno en Michigan.

Mientras tanto, en regiones como el Sahel africano, la violencia yihadista hará metástasis.

En el vacío de poder de los estados fallidos de esta región, una variedad de grupos, sólo vagamente afiliados a redes transnacionales como el Estado Islámico, están luchando contra diversos enemigos, que van desde regímenes o juntas locales hasta clanes, tribus y warlords (comandante militar independiente) rivales.

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La teología islámica es sólo una de varias motivaciones de conflicto. Es más probable que la amenaza estratégica para Occidente adopte la forma de una continua migración masiva fuera de África que de ataques terroristas catastróficos.

La tendencia geopolítica de la unipolaridad en la década de 1990 a la multipolaridad en este siglo también debería disipar el antiguo enfoque de los yihadistas en Estados Unidos como el enemigo lejano. Rusia, China e Irán están al menos tan en la mira de algunos terroristas como Estados Unidos, el Reino Unido o Francia.

La fragmentación del yihadismo global presenta una oportunidad para que Occidente mantenga el terrorismo relativamente manejable.La amenaza común contra todas las grandes potencias, incluidos adversarios de Estados Unidos como Rusia y China, ofrece otra.

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Si se puede persuadir a Pekín, por ejemplo, para que coopere contra el terrorismo, esta reciprocidad podría potencialmente generar confianza para futuras conversaciones sobre control de armas nucleares o reducción de amenazas en el Estrecho de Taiwán. Ésa es otra razón para que Washington siga advirtiendo incluso a sus enemigos sobre complots terroristas contra ellos.

En general, me dijo Mendelsohn, Estados Unidos y sus socios parecen haberse adaptado a un enfoque maduro hacia el terrorismo. Al igual que otros males, desde la supremacía blanca hasta el fentanilo, es poco probable que desaparezca alguna vez y debe contenerse y gestionarse permanentemente.

Pero el viejo patrón de ciclo entre complacencia y reacción exagerada parece haberse roto. Aun así, todos los ojos, oídos, satélites y fisgones deben seguir atentos a la próxima trama, ya sea en Jorasán o en los Juegos Olímpicos.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.

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